Más sé por diablo que por jugador de fútbol; de la vejez no hablo porque aún no la conozco. Soy Marco Antonio Etcheverry y mi madre era una eximia latinista. No obstante, nunca leí un libro porque me pasé la vida jugando a la pelota. Nací en Santa Cruz, Bolivia, en 1970, y no en 1666, como muchos andan diciendo por ahí. En el artículo anterior hablamos de Pedro Petrone.
Crecí en un barrio llamado “Ramafa”, donde era tradición comer una sola vez al día y bañarse con agua fría. Mi padre trabajaba en una fábrica, razón por la cual decidí poner todo mi empeño en dedicarme a otra cosa. Afortunadamente, lo logré.
Marco Antonio Etcheverry – comienzo de carrera
En el año 1986, debuté como jugador de primera en el Destroyers de Santa Cruz, un club que exigía la destrucción del rival o al menos la propia. Aún así, yo era partidario del buen juego y ponderaba la creación por sobre la destrucción. Quizás por eso me vendieron al Bolívar, cuyos pilares eran más bien independentistas.
Mi pasaje por el club de La Paz no pasó del año, ya que en 1992 me fui para Albacete. Una vez instalado en esa ciudad, me dediqué a recorrer España; a veces me invitaban a jugar algún partido. Aburrido de hacer vida ociosa, le planteé a mi representante la necesidad de volver a las canchas aunque eso significara renunciar a mi sueldo en pesetas. Mi planteo descolocólo. Pero las siguientes dos temporadas las jugué para Colo-Colo de Chile.
Mención aparte merece la maldita lesión que sufrí en un clásico contra la U de Chile, en el mejor momento de mi carrera. Estuve siete meses inactivo, maldiciendo a los mil demonios. En ello estaba cuando se acercó mi hijo y me pregunto: “¿pero el diablo no eras vos?”
Mundial de 1994
Agradezco a dios haber podido recuperarme justo a tiempo para viajar al Mundial de 1994 en Estados Unidos. Entre mis compañeros de selección estaban Julio César Baldivieso y Erwin “Platini” Sánchez. Por mi parte, apenas llegué a jugar diez minutos de Mundial contra Alemania, ya que me expulsaron por un pequeño golpe propinado a Lothar Matthäus. Creo que luego de tanta inactividad había olvidado algunas reglas.http://web.archive.org/web/20190419035100if_/http://www.youtube.com/embed/uWINplL_d70
Las playas del Pacífico son muy frías, y ante la invitación del América de Cali, no dudé en trasladarme a Colombia, con sus costas tropicales. Gracias a esa experiencia, puedo jactarme de la habilidad de dormitar sin importar la magnitud de la balacera de turno. Lo que acostumbraba hacer era fingir que los tiros no eran más que fuegos artificiales.
Cuando en 1996, me propusieron jugar para el DC United de Washington, recordé con beneplácito mi breve estadía en ese país y acepté ebrio de júbilo. Poco me importó que mi dominio del idioma inglés no fuera tal. Quizás por esa particularidad lingüística me enviarana a jugar en préstamo a Ecuador, donde el haber vestido la casaca de Barcelona de Guayaquil no me impidió defender luego los colores del Emelec.
En el 2004, repatriado y jugando para Bolívar nuevamente, juzgué conveniente colgar los botines y comenzar mi carrera como entrenador. Recientemente, luego de varios años de trabajo, tuve la alegría de ser incluído en el cuerpo técnico de la selección de mi país. Como ya estarán enterados, no logramos la clasificación. Tal vez porque ya no hay diablos entre los jugadores bolivianos.