Sí, es verdad, me decían “La Pantera de Mozambique” o “La Perla Negra”, y nadie los acusaba de racistas. Por fortuna, ninguno de esos apodos fue más famoso que mi nombre de pila, Eusebio, con el cual soy conocido por todos los que me conocen. Jugué para la selección portuguesa en la década del sesenta, aunque nací en Maputo, capital de Mozambique, que en aquel tiempo era una colonia portuguesa. Sí, hay quienes me tildan de vendepatria, pero les aseguro que doné parte de mi sueldo a las células revolucionarias de mi tierra natal, aunque no recuerdo si eran las células fascistas o bolcheviques. En el artículo anterior hablamos de Gerd Müller.
“No estuve satisfecho con el reconocimiento que se me otorgaba hasta que se erigió una estatua bastante parecida a mí frente al estadio del Benfica.”
Eusebio – comienzo de carrera
A los quince años empecé a jugar en el único cuadro Mozambique. Salimos campeones. Tal vez el éxito absoluto que teníamos temporada tras temporada haya sido decisivo para que me contrataran del Benfica, en un presunto robo al Sporting de Portugal. Indudablemente, de haber jugado para ese equipo en lugar de para el Benfica, los niños elegirían al Sporting en el Play Station. Dichoso como un leopardo invisible de dieciocho años partí rumbo a Lisboa con la esperanza de que las canchas tuvieran pasto. De todos modos, lo que más me sorprendió al llegar a Portugal fue comprobar que el fútbol se jugaba con pelotas y no con naranjas.
Quisiera ser más humilde pero los acontecimientos de los que soy responsable no me lo permiten. ¿Acaso se puede ser humilde habiendo ganado diez ligas portuguesas, dos copas de Europa, cinco copas de Portugal? Díganme ustedes, ¿cómo quieren que ostente un ápice de humildad habiendo convertido 317 goles en 301 partidos de liga? En lógica consecuencia, me dieron el Balón de Oro en 1965, y la Bota de Oro en el ‘68 y en el ‘73. Pero no estuve satisfecho con el reconocimiento que se me otorgaba hasta que se erigió una estatua bastante parecida a mí frente al estadio del Benfica.
“Le ganamos al Brasil de Pelé, un jugador bastante interesante para la época”
Monumento nacional
Quizás me esté granjeando la desaprobación de muchos demócratas, pero no puedo dejar de señalar que el dictador Salazar en Portugal me (Eusebio) declaró monumento nacional. Imagino que el mundial del ‘66 tuvo algo que ver con ello. Fue la única vez que jugué un mundial, y por esa razón no escatimé esfuerzos: la coyuntura fue favorable para que pudiera hacer 9 goles en 6 partidos; 4 de esos goles en un mismo partido (*).
Le ganamos al Brasil de Pelé, un jugador bastante interesante para la época, y quedamos afuera de la final en un partido contra la selección inglesa, que representaba a Inglaterra, el país que organizó aquel mundial. Así como debo reconocer que algunos de mis compañeros impartieron una marca severa al astro brasileño, dejándolo incapacitado para jugar; quiero señalar que la justicia se mostró demasiado parcial en el encuentro con los anglicanos: cuando hacía un gol Portugal se lo anotaban a Inglaterra. Pero ya fue, no soy un resentido.
A los 34 años me pareció oportuno dejar el Benfica para conocer América del Norte. Con ese objetivo secreto, fingí jugar para diversos equipos. Conocí Boston y Monterrey, así como Toronto y Las Vegas, donde jugué muchísimo. En el año ‘77 colgué definitivamente los botines. Me parecía un tanto cuestionable defender los colores portugueses, cuando Mozambique había alcanzado la independencia hacía dos años.
(*) Ese era el récord, hasta que vino el puto de Salenko.