Pocas personas no han visto la famosa jugada del tiro libre en el partido correspondiente a Alemania 1974 entre Brasil y Zaire (Selección de fútbol de la república democrática del Congo), en la que un jugador africano que estaba en la barrera, esperó el pitazo del juez para salir corriendo y rechazar la pelota. Lo que parecía una acción digna de un ignorante del reglamento futbolístico cuenta con una historia un poco más compleja detrás.
En el artículo anterior hablamos de Selección de fútbol de Kuwait.
Es una de las jugadas más curiosas y graciosas en la historia de las Copas del Mundo. Corría la última jornada de la fase de grupos del Mundial de Alemania 1974 y chocaban dos extremos: de un lado el campeón vigente, Brasil,pero que venía jugando al trote y sin cumplir las expectativas, al punto tal que sus dos primeras presentaciones, ante Yugoslavia y ante Escocia, los empató 0 a 0. Del otro, el benjamín Zaire, goleado por los dos europeos y ya eliminado.
Antes de adentrarse en la conocida jugada, hay que darle un poco de contexto al asunto. Desde hacía tres años, y producto de la gana del dictador Joseph-Désiré Mobutu, el exCongo Belga se llamaba Zaire, nombre que mantuvo hasta 1997, cuando el Teniente falleció. Hoy, es la República Democrática del Congo.
Mobutu, que llegó al poder en 1965 mediante un Golpe de Estado que volteó al presidente Kasavubu, en el 72 piró colores y se cambió su nombre a Mobutu Sese Seko Nkuku Wa Za Banga, que significaba “el guerrero todopoderoso que, debido a su resistencia y voluntad inflexible, va a ir de conquista en conquista, dejando el fuego a su paso”. Un personaje.
Selección de fútbol de la república democrática del Congo – renacimiento
Resulta que el dictador tenía como prioridad potenciar el hasta entonces dormido fútbol de Zaire. El éxito fue bastante rápido: en el 74, año del Mundial, su selección se consagró campeona de África y logró clasificar a Alemania, aunque, pareciera ser, con tongo de por medio.
La Liguilla final la compartió con Marruecos y Zambia. Los dos últimos partidos debían jugarlo marroquíes y los ex y futuros congoñelos, pero se jugó uno solo. Los del norte de África debían ganar sí o sí para mantener sus aspiraciones de clasificación pero perdieron por 3 a 0. Aparentemente, todas las conquistas se dieron en jugadas ilegítimas. En protesta, y ya eliminado, Marruecos no se presentó al último partido. Zaire, tras el 3 a 0, ya era Mundial.
A Alemania viajaron bajo promesa: el honorable Mobutu les había prometido cobrar una fortuna que salvaría definitivamente sus vidas económicas, en agradecimiento a tal gesta para el naciente fútbol de aquel país. Contentos y motivados, aunque para nada favoritos en el Grupo B, en el que era claramente la peor selección de todas, marcharon los muchachos de Zaire rumbo a la parte más occidental del país que estaba divido en dos.
Debut sin éxito
En el debut cayeron 2 a 0 ante Escocia. Perdieron bien y con claridad, aunque fue su mejor presentación mundialista y hasta marraron algunas ocasiones. A Mobutu eso no lo conformó y los amenazó con que no cobrarían ni un patacón de lo prometido. El ambiente, de fiesta al principio, empezaba a caldearse.
Los jugadores se reunieron y decidieron no presentarse ante Yugoslavia, pero fueron amenazados de muerte por el gobierno y tuvieron que presentarse. En ese contexto, salieron a jugar contra uno de los mejores equipos de Europa. A los 20 perdía 3 a 0 y el DT de Zaire, que casualmente era yugoslavo, hizo cambio de arquero. La mayoría de las conquistas balcánicas fueron absurdas. Terminó 9 a 0.
Si un digno 0 a 2 molestó al militar, tal goleada recibida lo irritó al extremo. Fue muy claro: “Si pierden por más de tres goles el próximo partido, mejor que se queden en Alemania”. El “próximo partido” era ante Brasil, vigente campeona mundial. Que debido a sus empates anteriores necesitaba ganar por una buena diferencia para clasificar. Esa diferencia era, sí, adivinaste, de tres goles como mínimo.
Ganar o morir
Imagine usted señor, usted señora, jugar un partido ante los padres del jogo bonito con la consigna de tratar de comerse menos de tres goles en 90 minutos o, de lo contrario, muere. O, como poco, la pasará muy mal. Así entraron a la cancha los asustados y amateurs jugadores de Zaire.
Los africanos hicieron, realmente, un gran partido, fueron sólidos atrás y vendieron cara su derrota. Pero a los 79 Brasil hizo el tercer gol. Y, aunque le bastaba, Zaire debía soportar once minutos con la valla invicta, para poder conservar algo mucho más importante.
Y en esos últimos diez minutos se sucedió la famosa jugada. Rivelino, experto en pelota quieta, tenía un tiro libre muy cerca del arco. Debe ser difícil de describir el momento que pasaban los jugadores de Zaire durante esos segundos. Por eso, cuando sonó el silbato, Mwepu, el lateral derecho, no se lo pensó dos veces y desde la barrera corrió para reventar la pelota. Ante la incredulidad de todos, que años después se convertiría en risa.
El tiro libre, finalmente, no terminó adentro, el partido finalizó 3 a 0 y. De verdad, todos se fueron contentos a su hotel. Unos salvaron su honor futbolístico; los otros, su vida.
Fuente: elfutbolesinjusto.com