Decís 1950 y las primeras palabras que te vienen a la mente son: Maracaná, Ghiggia, Obdulio, Schiaffino, Barbosa, hacer la ilógica, campeones del mundo. Para que todos ellos signifiquen algo hoy, tres días antes, el 13 de julio de aquel año, el Oscar Miguez hizo dos goles que fueron tan importantes como los de la final. En el artículo anterior hablamos de Mundial 1982.
El Mundial de 1950
El Mundial de 1950, para la memoria uruguaya, se reduce al histórico 16 de julio en el que once leones vestidos de celeste lograron una de las hazañas más legendarias en la historia del fútbol. Pero a ese logro se llegó porque tres días antes, el Cotorra Miguez, actor de reparto en el día decisivo, tuvo una tarde inspiradísima contra Suecia.
En el Pacaembú de San Pablo los suecos vencían 2 a 1 a Uruguay a falta de trece minutos. Para los nuestros, Ghiggia se hizo presente en la red con un golazo. Tras haber empatado ante España en el primer juego, y ya consumados los dos triunfos de Brasil, el sueño de repetir la gloria del 30 quedaba trunco definitivamente. Pero, entonces, se comenzó a cimentar la primera de las dos hazañas celestes en esa copa.
El aporte de Oscar Miguez a la defensa
En el complemento Uruguay apretó por todos lados aunque el gol no parecía llegar jamás. Fue Miguez quien destrabó a la defensa sueca, anticipando un centro en el vértice del área chica. Faltaban 13 minutos pero Uruguay necesitaba otro gol; la igualdad también lo dejaba sin chances de Copa del Mundo.
La celeste siguió yendo y cascoteando el arco rival, que parecía haberse vuelto invulnerable una vez más. Hasta que a falta de cuatro minutos, allá por el 86, nuevamente el 9 celeste apareció para hacer uno de los goles más importantes pero menos recordados en la historia de nuestro fútbol.
Oscar Miguez (Cotorra) lo hizo de nuevo y, gracias a él, tres días después todos juntos pudieron escribir una de las historias más míticas de los Mundiales.